Escribir es una enfermedad - una fiebre. Empieza lentamente, una insinuación de que algo dentro de ti es diferente. Y de repente, cambia: calentándote, quemándote, dándote ganas de vomitar - de echar la enfermedad de ti en cualquier manera que puedes, violentamente, sin pensar. Solamente le importa que no está dentro de ti nunca más. La fiebre quema todo su cuerpo, no puedes dar sentido al mundo. Poco a poco, la enfermedad toma control de su persona entera - cuerpo, mente y alma. No puedes hacer nada a menos que sobrevivir.
En la misma manera, cuando algo entre sí misma demanda que sea escrito, toma control de toda su existencia. Empieza con una idea - pequena, débil. Lentamente, te agites. No puedes dejar de pensar en esa insignificante idea. Tienes que escribir algo, no importa si es bien o si es malo, solamente necesitas escribirlo. Necesitas echar la idea inagotable de su mente. Pero hacer esto no te ayuda. Tienes que hacerlo mejor. En este momento, el rabio por escribirlo perfectamente te controla. No puedes pensar ni entender nada del mundo afuera de tu idea. Lo único que puedes hacer es escribir y reescribir, esperando que esta esfuerza va a ayudarte. Y de fin, la fiebre te deja en paz, y cuando este ocurre te deja cansada, incapaz de hacer nada.
Que macabro! Tu metáfora es totalmente distinta que la mía. Yo pienso que escribir es una actividad planificada y controlado. Pero veo alguna verdad en tu idea que la fuerza creativa y la compulsión de escribir es como una enfermedad. Probablemente podemos atribuilr la diferencia al tipo de escritura de que hablamos. Parece que tú hablas más de escritura libre, por gusto, mientras yo hablo más de escritura para tarea.
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